lunes, septiembre 12

La extrema desigualdad, por Joaquín Estefanía

EL PAÍS, 12-09-2005

Pasado mañana comenzará en la ONU una cumbre, coincidente con el 60º aniversario de su fundación, que reunirá la mayor concentración que nunca se ha dado de dirigentes mundiales. En ella deben debatirse aspectos tan centrales para el bienestar de los ciudadanos y la gobernabilidad de la globalización como los Objetivos para el Desarrollo del Milenio, la Alianza de Civilizaciones, el cambio climático o la reforma funcional de las propias Naciones Unidas, para hacerlas más democráticas, más funcionales y más transparentes.
La discusión llega precedida de tres acontecimientos, de distinta naturaleza, que marcarán sus conclusiones. Por orden de su aparición en el tiempo, en primer lugar, la presencia de un nuevo embajador norteamericano en la ONU, John Bolton, un aguerrido neocons cuyo nombramiento supone algo así como instalar a la zorra en el gallinero. Bolton, que se opone a las reformas que abandera el secretario general de la ONU, Kofi Annan, escribió de forma premonitoria cuando era subsecretario de Estado para el Control de Armas y Asuntos Internacionales, con Bush: "Las Naciones Unidas no existen. Existe una comunidad internacional que sólo puede ser dirigida por la única potencia real que queda en el mundo, los EE UU, cuando ello se ajusta a nuestros intereses y cuando podemos convencer a otros de que nos sigan".
El segundo hecho han sido las denuncias por corrupción en el programa Petróleo por Alimentos, que debilitan a Annan, que acaba de declarar que como jefe administrativo de la ONU debe asumir sus responsabilidades.
El último acontecimiento ha sido la presentación del informe anual del Programa de la Naciones Unidas sobre el Desarrollo (PNUD). Sus conclusiones indican que los objetivos de desarrollo del milenio, suscritos por 189 países en el año 2000, van extraordinariamente retrasados. Éstas son algunas de las cuantificaciones del PNUD: las 500 personas más ricas del mundo reúnen más ingresos que los 416 millones de ciudadanos más pobres, lo que explica una inmensa desigualdad; el 40% de la población mundial sólo logra el 5% de los ingresos totales, mientras el 10% más pudiente reúne el 54%; 460 millones de personas de 18 países (la mayor parte de ellos de África y la antigua Unión Soviética) han empeorado su nivel de vida respecto al principio de la década de los noventa; cada día mueren 30.000 niños por causas evitables, etcétera.
Recordemos que entre los Objetivos del Milenio figura reducir a la mitad el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a un dólar por día y disminuir un 50% el porcentaje de personas que padecen hambre antes del año 2015. Pero el embajador americano quiere eliminar los pocos elementos de concreción que existen en esos objetivos y dejar reducidas las conclusiones de la ONU a una llamada genérica -y por tanto, retórica- a la lucha contra la pobreza. Al contrario, las principales organizaciones no gubernamentales, que hacen de auditoras del esfuerzo real de los gobiernos (no de sus declaraciones teóricas), pretenden calendarios vinculantes en cuanto a las medidas que pueden inducir a esta reducción de la pobreza y el hambre: fechas para que los países desarrollados lleguen a aportar el 0,7% de su PIB en ayuda al desarrollo (España se ha comprometido a llegar al 0,5% al final de esta legislatura y al 0,7% al acabar la siguiente, según el Plan Director de la Cooperación Española) y la lista de países pobres a los que se condonará la deuda externa, más allá de los acuerdos del G-8 en Londres del pasado mes de junio.
El cumplimiento de los Objetivos del Milenio está intensamente unido al proyecto de Alianza de Civilizaciones que presentará Rodríguez Zapatero en la asamblea general de la ONU, y que cuenta con el apoyo de Kofi Annan. No se puede establecer una relación directa entre hambre y pobreza, y terrorismo, pero todo el mundo concluye que ambas lacras sociales constituyen un caldo de cultivo que aprovechan los instructores de la violencia para seleccionar a sus falanges. Aunque la pobreza y la desigualdad no son lo mismo, tienen idéntica naturaleza.

miércoles, septiembre 7

Entrevista a Noam Chomsky

David Barsamian, La Jornada
- Háblenos un poco de Estados Unidos y de cómo nos beneficiamos del Imperio, si es posible utilizar ese pronombre colectivo. En Empire as a Way of Life, el historiador William Appleman Williams escribió: "los estadunidenses del siglo xx aman al Imperio exactamente por las mismas razones por las que lo amaron las generaciones de los siglos XVIII y XIX: porque les ofrece oportunidades renovadas, riqueza y otros beneficios y satisfacciones, incluyendo el sentimiento psicológico del bienestar y el poder". ¿Qué piensa usted del análisis de Williams?
–Creo que tiene razón, pero recuerde que este país no se formó como un imperio típico al estilo europeo; no fue, por ejemplo, el caso del imperio británico. Los colonos ingleses que llegaron a Estados Unidos no hicieron lo que hicieron en la India. No utilizaron a la población indígena para crear una fachada detrás de la cual gobernar. En gran medida, dejaron al país sin población indígena. La situación, entonces, fue bastante diferente. La población indígena de lo que hoy en día se llama Estados Unidos fue "exterminada", para utilizar el término que nuestros padres fundadores usaron. No la exterminaron por completo, pero eso era lo que creían que debía hacerse. Sustituyeron a la población indígena y Estados Unidos se convirtió en una especie de Estado de repoblación y no en un Estado colonial. La expansión del territorio nacional siempre se hizo sobre esta base, incluida la anexión de amplias extensiones de territorio mexicano. Si volvemos a la década de 1820, una de las primeras apuestas de la política exterior de Estados Unidos era apoderarse de Cuba. En esos años Thomas Jefferson, John Quincy Adams y otros consideraban a Cuba como el siguiente paso de la expansión, pero en el camino se encontraron con los británicos. La flota británica era mucho más poderosa y en ese momento no pudieron apoderarse de Cuba. John Quincy Adams, secretario de Estado en aquel entonces, hizo una declaración que se volvió célebre: por ahora debemos replegarnos y más tarde, por efecto de las "leyes de la gravitación política", Cuba caerá en nuestras manos como una "fruta madura". Esto significaba que, tarde o temprano, Estados Unidos incrementaría su poder y Gran Bretaña lo perdería, y que una vez que la fuerza de disuasión se retirara sólo nos quedaría recoger el fruto maduro. Eso fue, efectivamente, lo que sucedió en 1898, bajo el pretexto de "la liberación". Pero cada expansión de Estados Unidos, hasta la segunda guerra mundial, no se traducía en el establecimiento de colonias tradicionales. En aquella misma época, en 1898, Hawai fue ocupada con su población; fue robada por medio de la fuerza y el engaño. Y luego la población nativa fue sustituida y no colonizada. El caso de Filipinas es diferente; se parece más a una colonia. En ese sentido, los comentarios de Williams son correctos, pero creo que hacen referencia a un sistema imperial diferente. Si consideramos los imperios tradicionales, por ejemplo el imperio británico, no hay evidencias claras de que la población de Gran Bretaña haya ganado algo. En realidad se trata de una materia de estudio muy difícil, una especie de balance de costos y beneficios del imperio. Ha habido unos cuantos intentos por estudiar este aspecto, y en el caso de aquellos que valen la pena lo que se desprende, en líneas generales, es que los costos y los beneficios casi se equilibran. Los imperios son costosos. Gobernar Irak no resulta barato. Alguien tiene que pagar por ello. Alguien tiene que pagarle a las empresas que lo destruyeron y a las que lo están reconstruyendo. Y son los contribuyentes estadunidenses los que, en ambos casos, lo harán. Es decir, debemos pagarles para que destruyan el país y luego para que lo reconstruyan. Son dos regalos indirectos de los contribuyentes estadunidenses a las empresas estadunidenses. Y resulta que afectaron a Irak.
–No entiendo. ¿Cómo es que empresas como Halliburton y Bechtel contribuyeron a la destrucción de lrak?
–¿Quién le paga a Halliburton y a Bechtel? El contribuyente estadunidense. La institución militar bombardeó Irak y lo destruyó. ¿Quién financió esto? El mismo contribuyente. Primero se destruye Irak y luego se le reconstruye. Es una transferencia de riquezas de la mayoría de la población a una pequeña parte de la misma. Incluso en el caso del famoso Plan Marshall, eso fue lo que sucedió. Se habla de él como de un acto de "inimaginable beneficencia", pero ¿de quién vino ese acto de beneficencia? Del contribuyente estadunidense. De los 13 mil millones de dólares de ayuda que manejó el Plan Marshall, alrededor de 2 mil millones fueron a parar directamente a los bolsillos de las compañías petroleras estadunidenses. Este hecho formó parte del propósito de hacer que Europa pasara de una economía basada en el carbón a una economía basada en el petróleo, para que así algunos sectores de aquel continente se volvieran más dependientes de Estados Unidos. Europa tenía mucho carbón pero no tenía petróleo. Si se analiza lo que pasó con el resto de los 13 mil millones, la verdad es que sólo una parte muy pequeña de esa cantidad abandonó Estados Unidos. No hizo más que pasar de un bolsillo a otro.Si se estudia más detenidamente, el Plan Marshall ayudó a Francia a cubrir los costos del esfuerzo que hizo por reconquistar Indochina. Entonces, el dinero de los contribuyentes estadunidenses no sirvió para reconstruir Francia; sirvió para que los franceses compraran armas estadunidenses para aplastar Indochina. Se puede decir más o menos lo mismo de la primera etapa del Plan Marshall en Holanda y de para qué sirvió en Indonesia. Es un flujo complicado de ayudas y beneficios. Si volvemos al imperio británico, los estudios que al respecto se han hecho sugieren que los costos que el pueblo británico pagó estuvieron a la par de los beneficios que recibieron. También en este caso se trató de una transferencia interna de riquezas que enriqueció fabulosamente a los dueños de la Compañía de Indias y que representó un alto costo para las tropas británicas que murieron en la jungla. En buena medida, los imperialismos funcionan así, y uno de los elementos importantes es la lucha de clases interna.
–Puede ser fácil medir el costo en vidas, en número de soldados muertos, en dinero gastado. ¿Pero cómo se puede medir o, incluso, cómo se puede hablar de degradación moral?
–Si no se puede medir, es sin embargo muy real y muy significativa. Esa es una de las razones por las que los sistemas imperiales o cualquier sistema de dominación, incluida la familia patriarcal, visten sus acciones con un manto de beneficencia. Volvamos al problema del racismo. ¿Por qué es necesario que alguien que aplasta a una persona lo haga diciéndole que es por su bien? Porque si no, debe hacer frente a la degradación moral. Y una manera de evitarlo es decir: "En realidad soy una persona altruista que trabaja por el bien de todos." Si somos honestos, debemos aceptar que a menudo las relaciones humanas se dan de esta manera. Y la mayoría de las veces así funcionan las cosas al interior de los sistemas imperialistas. Es difícil encontrar un sistema imperial en el que la clase intelectual no haga el elogio de su benevolencia. Así es, incluso, en el caso de los peores monstruos. Cuando Hitler desmembró Checoslovaquia, el acto de desmantelamiento fue acompañado de una retórica maravillosa sobre la paz que este hecho traería a los grupos étnicos en conflicto, que así iban a poder vivir juntos en paz bajo la benévola supervisión de los alemanes. Hay que batallar para encontrar una excepción a este hecho. Y esto también vale, obviamente, para Estados Unidos.
–Mark Twain es conocido por haber escrito Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, pero también fue un inquebrantable opositor a las guerras de agresión de Estados Unidos. Hace un siglo, formó parte de lo que entonces se llamaba la Liga Antiimperialista. En El misterioso extranjero escribió: "Y luego los hombres de Estado inventarán mentiras baratas, haciendo recaer la culpa en la nación atacada, y cada hombre se quedará contento con esas mentiras tranquilizadoras de conciencia, y las estudiará concienzudamente, y se negará a examinar las posibles refutaciones, y terminará por convencerse de que la guerra es justa, y dará gracias a Dios por el placentero sueño que ese grotesco proceso de autoengaño le proporcione." ¿Por qué esta faceta de Twain permanece casi totalmente oculta?
–Es una historia interesante. En los últimos años de su vida una de las principales actividades de Twain fue su decidida participación en el movimiento de oposición a la guerra de Filipinas. Twain escribió ensayos antiimperialistas magníficos. Pero no se encuentran referencias de ellos en ninguna parte. Creo que la primera publicación general al respecto fue un libro, Mark Twain’s Weapons of Satire, editado por Jim Zwick hace alrededor de diez años. Syracuse University Press publicó una colección de sus ensayos antiimperialistas. Si la memoria no me falla, la introducción de Zwick señala que las biografías oficiales no hacen referencia a esos escritos, aunque tampoco son un secreto. ¿Por qué? La pregunta lleva su propia respuesta: no se quiere que alguien destruya el aura de benevolencia bajo la cual nos escondemos.

viernes, septiembre 2

Los amos del terror, por Jorge Arrate

2 de Septiembre del 2005, El Mostrador.
En Chile el uso de la intimidación como instrumento de campaña política ha sido una constante. Quienes la usan han sido siempre los mismos: la derecha. Sólo varía la intensidad con que las siembras de miedo, incertidumbre o potencial inestabilidad, han sido ejecutadas. En un mundo donde la inseguridad sobre el porvenir se ha hecho mayor, atemorizar con el futuro puede llegar a ser un arma eficaz. Por eso la intimidación es componente central de las “campañas sucias”. Este empeño indigno ha comenzado ya, a cuatro meses de la elección presidencial. Las “campañas sucias” nada tienen que ver con sustentar “valores”. Es contradictorio autoproclamarse campeón de los “valores”, como hacen hoy altos personeros de derecha, y al mismo tiempo convertirse en paladines de la “campaña sucia”. Sin embargo -hay que reconocerlo- siempre han existido, no son novedad. Cuando Aguirre Cerda encabezó el Frente Popular en 1938, la prensa de la época registra la forma como lo presentó la derecha: un demonio laico, masón, anticatólico, representante de sectores disolventes que perseguían romper la paz social y el orden moral. Allende, por su parte, fue víctima, especialmente en las campañas de 1964 y 1970, de la llamada “campaña del terror”. Tanques soviéticos, bebés arrancados a sus padres para ser enviados a Cuba, supresión de la libertad de expresión y de prensa. Las falacias continuaron durante su gobierno, difundidas por la extrema derecha financiada por sus apoyos externos. La dictadura de Pinochet y sus colaboradores militares y civiles hicieron uso intenso de la política del miedo. Su macabra presentación en sociedad el mismo 11 de septiembre y los días siguientes tuvo por objetivo infundir miedo. El llamado “Plan Z”, una elaborada pieza de terror sicológico, utilizaba el temor para generar adhesiones e inducir y amparar conductas criminales. En fin, Pinochet y los suyos gobernaron a través del temor. Para el plebiscito de 1988 las amenazas se escucharon de nuevo: el país se asomaba al caos si ganaba el “no”, la economía quedaba al borde del desorden total. Se dispararía el dólar, la inversión se iría al suelo, la inflación a las nubes, los capitales foráneos huirían despavoridos, el desempleo sería gigantesco. Joaquín Lavín fue uno de los principales difusores de estas tesis, deseoso como estaba, él y sus correligionarios, de que Pinochet gobernara hasta ¡¡¡ 1997 !!! Si se examinan con rigor las informaciones de aquellos años uno encuentra un patrón recurrente: Lavín y los suyos repiten los mismos anuncios catastróficos para la campaña de Patricio Aylwin en 1989. Pero no solo eso: cuando Aylwin ya es Presidente, en 1990, y se anuncia el primer proyecto de reforma tributaria, Lavín intenta sembrar, una vez más, el “terror económico”. En la campaña de Lagos en 1999 vuelven a resonar los mismos ecos, el mismo ansioso mensaje sobre la “ingobernabilidad”. Los maestros del miedo verdadero y del miedo inventado, los amos de todos los miedos, comienzan a ensayar ahora el “terror moral”. Presentan a Bachelet como un espectro que amenaza los “valores” y la “familia”, anuncian lo que hará una vez Presidenta ---aunque ella diga algo distinto--- y profetizan las tragedias que habrán de ocurrir en los años venideros. Debemos tenerlo claro: es sólo el comienzo. Experimentada en las “campañas sucias”, dueña y señora de todos los terrores, la derecha no vacilará. Debemos estar preparados y advertir a la ciudadanía sobre esta estrategia, con la serenidad demostrada hasta ahora y con el espíritu que prima en la Concertación, una alianza donde conviven diferencias legítimas pero que está comprometida en las muchas coincidencias que recoge su programa. Los amos del temor agitarán los miedos en sus discursos. Y entonces, la mayoría de los ciudadanos se preguntará: ¿de qué valores están hablando?